domingo, 26 de febrero de 2017

Triste, solitario y final

"Cuando la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores".
Mario Vargas Llosa

Las fechas de exámenes de la facultad se antojan complicadas. Durante tres semanas intensas peleo con la desmemoria, con el paso del tiempo que se antoja cada semestre más inflexible. Aquella naturaleza flexible que me permitía entender lo que estudiaba de inmediato, mutó en una sensación cruel: lo que leo entiendo, pero la memoria no recuerda lo leído a los minutos. Así que peno en el ordenador, peno en el metro mientras leo una vez más el libro en cuestión, hago resúmenes breves para tener al menos el origen de los temas estudiado, porque se que todavía ora el milagro de mirar la hoja de examen y recordar con mis palabras las preguntas exigidas, y la consabida nota aprobatoria. Pero la carrera universitaria elegida por darme un gusto a esta edad, se está tornando en una molestia que no tenía para nada contemplada.


Y termino los exámenes e intento volver a la rutina. Pero cuesta un buen tiempo, diría un par de semanas. Y entre tanto, la imperiosa necesidad de retomar este blog, ya que no puedo preparar cuatro asignaturas en enero y cuatro en junio y además entrenar el equipo de fútbol, trabajar o escribir. No por escribir en sí, sino porque tengo que detenerme en que observar para luego investigar, para finalmente hacer lo único fácil de este proceso, que es escribir. En los últimos tiempos he encontrado algunas voces que me alaban mi escritura, pero creo que nadie se detiene en que la mejor característica es la observación. Esa particularidad es lo que hace buena mi redacción.

Y me cuesta sentarme a escribir una entrada luego de los exámenes. Y eso que todos los días me procuro sentir esas ganas de llenar nuevamente cuatro o cinco folios con la excusa del tema escogido. Pero hasta que el primer tema se escribe con la ayuda de los dedos de mi mano (con el paso del tiempo pasaron de diez dedos a seis, no se porque) creo que no volveré a escribir más. Y sería una pena, porque me gusta escribir, me gusta observar, aunque mi bitácora llamada deltreceenadelante sea un diario íntimo con algunos pocos lectores. Tendré que investigar el porqué de esa temida sensación que a causa de un mes sin escribir seguido, puedo dejar de lado esta agradable rutina que lleva casi cuatro años.

Entonces me siento frente al ordenador y reviso los temas posibles. La post verdad está ahí aguardando su salida hace rato, aun antes de la infame presencia de Trump en un sillón presidencial. El tema de los teléfonos móviles está latente como si hubiera puesto la alarma para recordarlo a diario. Me tienta escribir sobre el postureo de las selfies, Instagram y demás, de aquella sociedad denominada millennials que nos intenta arrastrar a todos al culto de la frivolidad que enmascare y postergue el vacío que nos asiste. Pienso en los youtubers de hoy y como razonar que ese éxito de alcances parece en parte, parte de un fracaso anunciado.

También tengo en gateras escribir sobre el enorme motor de búsqueda que antoja ser la eterna insatisfacción. Es un tema algo paradójico, porque parece que uno solo crece si se siente insatisfecho, como si esa falta de satisfacción no fuera una carencia, sino una cualidad creativa. También busque información en mis noches de insomnio sobre uno de los temas más frecuentes en nuestros días, que es el error y la habitualidad como especie que comete errores. Y lo tengo a George Orwell y su triste vigencia en estos días, entre otras cosas por su novela 1984 y su adaptación permanente a cada año calendario vivido. En cinco años se vencen los derechos de autor de Orwell y todavía andamos sorprendidos por lo adelantado de su relato en aquel promediar de segunda guerra mundial. Es hilarante visto desde un punto de vista, pero es lamentable desde otro.

Cuestiones para escribir tengo de sobra. Porque observar es fácil, y con tanta exposición, el observador está a sus anchas. Pero me pregunto porque no escribo sobre otras cosas, quizás si me temática no fuera de cuestionar y más de distraer, sería un exitoso encantador de webs. Pero supongo que no va conmigo, mi talento es cuestionar seguramente. Y advertir para después pavonearme con el consabido, yo les dije. Tantas veces me reproché no ser un escritor cómico, un guionista de comedia. Pero mi escritura es la que es, y él que se acercó al blog en algún momento de estos cuatro años, sabe que encontrará más de lo mismo en él, y casi nada de sorpresa. No puedo valorar si es un mérito o un aparatoso aburrimiento.

Puede ser que en estos tiempos me invada la tristeza, ¿no les pasa? A mí sí, a diario, semanal o por ciclos de duración no determinada. Mientras escribo esto que me costará ponerle nombre, estoy escuchando una vez más la banda de sonido de la película La la land. Y en la noche de la entrega de los Oscar ni me interesa las quinielas sobre ganadores o merecimientos, sólo reparo en que esa película me generó algún tipo de brisa en la cuestión de observar en retrospectiva y su música en sí, más allá de si responde o no al musical de toda la vida, me calma en estos días donde la escritura no sale a mi rescate. Tal vez escriba sobre la la land, no sobre una crítica de cine, sino sobre cosas que observe de ese film, cosas que tiene que ver con lo que siempre escribo.

Y lo más fácil es escribir estas carillas donde solo sé que no sé nada. Pero rompo la hoja en blanco y retomo mi contacto con el blog. Como excepcionalidad, me detendré en esta tercera carilla. Es la manera de romper con esa tristeza de no tener fuerza para reanudar, ahora será cuestión inminente de abordar los temas pendientes ya mencionados y los que vayan apareciendo. Porque hay algo indiscutible, entre la realidad diaria universal y las cosas que observo mías y de mi entorno, me ofrecen la indiscutible confirmación que siempre se podrá escribir si se observa. Y si me da tristeza lo que observo, quizás lo compense el teclear la última frase de un escrito que no ha de cambiar nada, pero quizás alivie mis penas con un nuevo regreso…


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